Tenpora

Profunda piel

Creo en bastantes cosas,
casi ninguna es elevada.
Creo en esta línea que lees de izquierda a derecha.
Creo en el sueño reparador.
Del ser humano, en verdad, desconfío,
pero mantengo la fe en las bromas de los amantes,
en sus suspiros y sus gemidos,
en los muros palpables,
y en los corazones frágiles.

La mentira de la certidumbre
envuelve la verdad mentirosa:
lo que yo un día sentí,
puede que un día tú sientas. 

Creo sin duda en la duda:
el azar tiene razón,
pendemos de un hilo 
que nadie tiene asido.

Creo en el sudor de tu frente, en la mano de obra,
en el fuego de la injusticia,
en el aullido del hombre-lobo,
en el ángel de la guarda, 
y creo, al fin, en el cielo sobre Berlín…

Creo en las excepciones,
en los momentos extraños,
en las miradas que la noche desprende
como si se tratase de frutos raros.

Mi fe descansa, ante todo,
en la profundidad de tu piel.

Ama (Tenpora, 2024)

La reina del enjambre

Miradas ocultas tras los visillos:
son las de tus vecinos en sus nidos;
viven hacinados como grillos.

Las ventanas de los ojos
se rehúyen sin dejar poso.

El teatro mudo de lo que deseamos ocultar
se representa en un patio de vecinos.

Miradas agazapadas tras las ventanas,
silencio total, medias mentiras. 

Jon fuma en el balcón fatigado;
Eva está que echa humo…
La cuestión es evadirse del mundo.

Somos cartas dobladas
que alguien metió en un sobre.

¿Quién nos releerá?
¿Quién nos desdoblará?
¿Seguiremos siendo bufones
hasta que la palabra nos abandone?

Ama (Tenpora, 2024) 

Carta (casi) sin consejos

No soy nadie para dar consejos;
apenas si tengo para mí.

Aun así te escribo, porque la estima
es correspondencia.

Decide tú dónde acabarán estas letras,
si en tu bolsillo o en la hoguera.

Mi ofrenda es un sedimento compartido
de heridas, de polvo, de tiempo
encarnado en el cuerpo.

La cancela del firmamento la cierras a tu antojo;
puedes ser un águila elevando su nido
más allá del cielo rojo. 

Perdida toda esperanza, anidan en ti las de los demás:
nada tan plomizo como la esperanza ajena.

Apenas nada: un suspiro, tres temblores, 
y no despuntan nuestros sones.

¿Y si el primer suspiro prendiese la mecha de la rebelión?

El aliento es antesala del grito: ¿temerán nuestro aullido?

No nos damos cuenta de que podríamos serlo:
bosques que aúllan y rascan el cielo.

La cancela del firmamento la cierras a tu antojo;
puedes ser un águila elevando su nido
más allá del cielo rojo. 

Perdida toda esperanza, anidan en ti las de los demás:
nada tan plomizo como la esperanza ajena,
nada tan plomizo como la esperanza ajena. 

Ama (Tenpora, 2024) 

Lo que sabe el tiempo

Sin empujarlo,
avanza. 
La prisa
le es ajena. 
Ahora, luego 
y siempre,
el tiempo 
se mece  
y te ofende. 
Lento o brusco, 
aparentemente quieto, 
el tiempo bajo el hielo, 
discurre incesante. 
Arrodillado 
o a rastrás, 
de pie
o a gatas, 
le da igual. 
Invitado indeseado
que crees 
mantener a raya
en el umbral; 
está dentro de casa, 
en realidad. 
Lo que no le pides 
te lo da.
Te responderá
sin preguntar… 
Aunque no quieras, 
le da igual. 
¿Hacia dónde va? 
Su emisaria, 
la más silenciosa: 
una muchacha
que te susurra al verte: 
“Pierdes el tiempo: 
él no te pierde”.  
Una se seca
y brotan dos, 
se marchitó hoy 
lo que ayer nació. 
Ama a ambos: 
páramo y foresta, 
ambos serán 
al fin ceniza. 
En la mirada de un ciervo 
o en el pico de los buitres
avanza el tiempo que late y brinca… 
Mantente alerta, 
no te duermas… 

El tiempo sabe agarrarte por la solapa. 
El tiempo sabe acariciarte con tiento
El tiempo sabe atraparte el tobillo. 
El tiempo sabe avinagrar la miel. 
El tiempo sabe amañar el mañana. 

Berriro asma nazazu (Autoedición, 2020) 

La senda que conduce al viñedo

¡Venga ese vino a mi copa, 
acercad las vuestras aquí en racimo!
Donde hubo rosas, una copa fina;
caricia sea lo que fue espino. 
Lo que viene vendrá, 
glorioso o siniestro… 
Lo aceptaré de buen grado, 
estoy dispuesto. 
En su justa medida
llenamos los vasos,
hasta que el sol caliente
uvas y guijarros. 
 Hay congoja y duelo
-pero mayor es el consuelo-;
seguiremos adelante
con los pies en el suelo.
Traed las flores, 
recordad sus nombres: 
sean lianas los rayos de sol 
que nos guían sin temblor. 
Bendecimos igualmente, 
lluvia, sol y paisaje nevado;
lo que viene vendrá,
lo aceptaremos de buen grado. 
Siempre adelante
solos o en compañía; 
los solitarios hacen piña,
la uva el vino inspira. 
Si el amigo ha partido
nos precederá en el camino:  
acompañadle en el sendero 
que conduce al viñedo.

Berriro asma nazazu (Autoedición, 2020) 

Lesbos

Nadie es isla,
nadie está aislado,
quizá, en todo caso,
somos archipiélago...

Si hombres y mujeres
se dirigen hacia la orilla
no es convertirse en isla
lo que los inspira.

Aunque exhaustos
por la crudeza del camino,
difícilmente concilian el sueño;
no puede llamársele “viaje”
si están a merced de su sino.  

El niño siempre niño
y la piedra siempre duele,
mamando amarga leche
buscan quien les consuele.

Coordenadas bélicas
acotan el frente, caen bombas;  
con la cuerda de la linde
ellos juegan a la comba.

Cuerda y horca,
vómito y temblores,
puños en alto;
calambres y dolores.  

Un nudo en sus entrañas,
estómagos con telarañas,
¿de que sea esto indigerible
de veras te extrañas?

Los ojos los tienen intactos,
verdeazulados o marrones,
amoratados como el mar,
nos regalan sus canciones.   

En la isla de Lesbos
se recrudece el destino,
otra vuelta de tuerca
tras el alambre de espino.

Itzulika (Batera ekoizpenak, 2017)

Receta para volver a empezar cada día

Ve y vuelve,
levanta y siéntate,
deja, trae, ponte:
es inútil pensar...
Liba el polen
como las abejas.
No mires
hacia la colmena:
todas las flores
son la misma condena.

Glorias de guerra
abonan los campos:
escapa cuesta arriba,
no te despegues de la noche,
huye, suelta lastre,
sacúdete el polvo:
somos dos temblores, dos,
sumidos en una vida veloz.

La vida son momentos engarzados.

Y cada día es diferente, ha de serlo.

Los días iguales se aceleran mutuamente.

Los días diferentes van más lento.

Me disgusta el regreso:  
prefiero ser quien fluye
sin pensar en exceso.

Caudal y senda,
un río distinto,
se alimenta
de nuestro instinto...
Disfruta de la vereda,
del gozo de un atajo,
de ser el primero en abrir caminos
al pisar la nieve:
los copos recién caídos.

¿Sol, lluvia o bochorno?
¿Frío glacial, acaso un horno?
¿Humedal o secano?
¿Nacer o agonizar?
¿Quién es quién
en la noria del azar?
Teorías no faltan:
cada uno tiene la suya
 y yo la mía he de inventar.

Que no somos sino el temblor
del interior de un árbol:
dos anillos que se abrazan en el tocón
sin tocarse.

Eso somos: dos árboles, dos
temblores desamparados
que fluyen sin cesar
para acabar unidos
en un solo temblar.

Hazte a la idea de que cada inicio
es un milagro latente.

Cada nuevo día está aquí para envolverte.

Itzulika (Batera ekoizpenak, 2017)

Un mundo feliz

Al Hombre de Cemento,
alfombra roja:
puentes, carreteras...
no hay vuelta de hoja.
“Yo vengo lleno de ideas,
¿quién da la vez?”
“Mejor sigue contándonte
entre los pobres”.

“El osado no sabe nada,
y quien sabe algo es tímido y no osa preguntar”, 
así se lo oí decir a un tímido:
“nos manejan a su antojo
porque somos fáciles de manejar...
Trituran nuestros sueños, 
pero ellos no paran de medrar”. 

Ya está aquí: un mundo feliz...

¿Quién necesita una canción?
Toses, carraspeos y ruidos
son toda nuestra ocupación...

“Cállate amigo,
no lo quieras ver:
el secreto del paraíso
es no tratar de entender...
Esos débiles impulsos
no te han de entretener,
por la senda de la indolencia
tu camino has de hacer”.

Escucha la canción aquí.

Más frágil (yo)

Esa gota
que no cae
de la teja,
y no deja
de agarrarse
a esa invisible
telaraña
sin nudos.
Parece frágil
a primera vista,
parece nada:
pero engaña...

Soy el ciervo
que te persigue
en el valle
de la fatiga;
soy quien en tu tela
de araña
se equilibra.

Acudo a ti cada tarde,
como quien llega
sin llaves,
obligado a tocar
tu puerta.
Con la respiración entrecortada
voy desgranando
mi coartada:
“ábreme, soy yo,
más frágil
que tu almohada...”

(Traducción del euskera, versión del autor)

Música: Juantxo Zeberio (Tenpora)

Escucha la canción aquí.                                                                                                                                               

 

Los caballos, el tiempo

Vive en el horizonte, como quien dice en ninguna parte;
para cuando tú llegas, ella parte.
En los relojes de arena, ya no está,
y a ser acariciada no se presta.
Dejemos que marque la ruta el viento
–para revolvernos la melena, le faltó tiempo–.
Si la oyes, es que el hechizo se ha esfumado;
si  pronuncias una sola palabra,
es que todo ha terminado.

Alguien te dijo:
“siempre hay tiempo, crece”.
Alguien te dijo:
“nunca es tan temprano como parece”.

Sin herraduras y sin riendas
galopa un caballo:
sólo espera que te rindas.
Tiene su norte en el sur,
y el sur, ¿dónde estará?
¿Más al norte que el mismo norte?
Vive en el horizonte,
como quien dice en ninguna parte.

(Traducción del euskera, versión del autor)

Musika: Juantxo Zeberio (Tenpora)
Escucha la canción aquí.