Trabajo en colaboración con ERB MON en el barrio Txonta de Eibar
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PROMISCIUDAD
Su cuerpo yacía bocarriba.
-Habrá que amputar.
Pero, ¿por dónde empezar?
-Empezaremos por la parte que menos se mueve.
Serrar, extirpar, quizás dormir, nunca soñar, gozar del beneplácito de la señora morfina…
El vaho se posaba en nuestros labios porque no había cristales.
Entonces el supuesto cadáver abrió los ojos:
“El apéndice son ustedes, no yo”, dijo.
“Promisciudad se llama la ciudad llena de promesas y de traiciones”, añadió.
Lo sajaron igual.
Hubo un grito, y no fue Munch.
Tímidos Ulises sobrevuelan continuamente la ciudad sin pararse a mirar.