Edita: Gourmandia + KM
Año: 2006
ISBN:
978-84-935310-0-3
Págs: 207
Traducción y selección a cargo de: Hermina Szantho/Harkaitz Cano
«El escarabajo minero
La singularidad del escarabajo minero reside en que agujerea sus víveres para poder transportarlos. Al encontrarse, por ejemplo, con un fresón de gran tamaño que no podría transportar por sí mismo hasta su guarida, opta por empezar a comérselo cuidadosamente de tal forma que realiza un orificio de punta a punta del fruto, sin romperlo. Luego, empezando por sus antenas, va introduciéndose poco a poco por un extremo en la cavidad de la fresa hasta sacar sus patas delanteras y la cabeza por el otro extremo. Cuando avanza con su comida incorporada al cuerpo, el minero da al observador la curiosa impresión de un escarabajo que tuviese tal fruto por armadura. El escarabajo minero corre el peligro de ser ingerido por algún otro animal más grande aficionado a la fruta, y por ende debe apresurarse a la hora de transportar los víveres. Una vez llegado a su escondite, su familia se le echa encima para acabar de comer la coraza de fruta que envuelve al cabeza de familia. En el peor de los casos, si el fruto se encuentra demasiado maduro (hemos hablado del fresón, pero también se da con el albaricoque), si se demora mucho en el trayecto, o simplemente debido a las altas temperaturas, el fruto puede llegar a ablandarse y confundirse con su propia coraza, formando ambos una substancia viscosa indivisible y resultando imposible distinguir la coraza propia del escarabajo del fruto-armadura que transporta. Si tal cosa ocurre, el escarabajo minero suele ser a menudo pasto de su propia familia, a la que sirve literalmente de alimento».