Carta (casi) sin consejos

No soy nadie para dar consejos;
apenas si tengo para mí.

Aun así te escribo, porque la estima
es correspondencia.

Decide tú dónde acabarán estas letras,
si en tu bolsillo o en la hoguera.

Mi ofrenda es un sedimento compartido
de heridas, de polvo, de tiempo
encarnado en el cuerpo.

La cancela del firmamento la cierras a tu antojo;
puedes ser un águila elevando su nido
más allá del cielo rojo. 

Perdida toda esperanza, anidan en ti las de los demás:
nada tan plomizo como la esperanza ajena.

Apenas nada: un suspiro, tres temblores, 
y no despuntan nuestros sones.

¿Y si el primer suspiro prendiese la mecha de la rebelión?

El aliento es antesala del grito: ¿temerán nuestro aullido?

No nos damos cuenta de que podríamos serlo:
bosques que aúllan y rascan el cielo.

La cancela del firmamento la cierras a tu antojo;
puedes ser un águila elevando su nido
más allá del cielo rojo. 

Perdida toda esperanza, anidan en ti las de los demás:
nada tan plomizo como la esperanza ajena,
nada tan plomizo como la esperanza ajena. 

Ama (Tenpora, 2024)